Sección I – Editorial
Rafael Muci-Mendoza 2014-6-66-I-77
El humor sana… Burlémonos de la enfermedad…
Su único pecado fue el de llamarse Claudemor… Bueno, realmente la falta no fue de él, fue esclarecida idea de la tarúpida de su mamá, que se enamoró del nombrecito cuando lo leyera en la caja de un producto antihemorroidario, a veces en crema, a veces en supositorios, dotado de propiedades hemostáticas, analgésicas, antipruriginosas, antisépticas, desinfectantes y cicatrizantes… Abrigaba el ingente deseo de que su pimpollo fuera médico y por tanto, en su cerril intelecto, todas esas propiedades curativas, emolientes y suavizantes, serían adquiridas por la gracia de Dios en la pila bautismal no más al echarle el agua bendita y comenzar el llanto. Siempre que pasaban lista en el colegio, al nombrarlo, todos pensaban que era una niña y un quedo murmullo que parecía decir, ¡no me digas más nada…! , se esparcía por toda la estancia cuando levantaba la mano en señal de presencia. Porque cuando niños solíamos ser muy crueles, y ahora, de adultos, a muchos no sólo no se nos ha quitado, sino que se nos ha exacerbado la sevicia. En los recreos sus compañeros intentaban tocarlo por detrás y él relancino, se defendía como podía con patadas, escupitajos, mordiscos e imprecaciones referidas a la madre de sus ofensores, hasta que un día cansado de repetir la función de cada día, se dejó de eso, lo que fue también imitado por sus fastidiosos compañeros…