Sección I – Editorial
Rafael Muci-Mendoza 2015-7-73-I-84
El lado oscuro de la luna: elogio de la superstición, culebrilla, yerba mora y otros ensalmos…
Profunda compasión que más tarde se tornaría en acentuado enojo, fue cuanto sentí cuando la vi entrar… El rostro pálido y enfermizo estaba invadido por un rictus de dolor. Inicialmente pensé que era físico, pero más tarde me percaté que radicaba en lo profundo de su perturbado espíritu: la boca entreabierta dejaba ver sus dientes apretados, vano intento por controlarse. Su ceño fruncido y las arrugas propias de sus 74 años aparecían de repente dicotomizadas en centenas de pequeños ramales. Estaba abatida y el llanto no lo dejaba pronunciar palabra alguna.
¡No podía entenderlo! Cojeaba mucho menos que cuando le había visto hacía quince días. El hecho clínico era como en otros casos, siempre asombroso y fascinante a mis oídos. En su dialecto napolitano-criollo, hablaba a rastras y yo hacía todo lo posible por no perderle el rastro. En ocasiones extraviaba la pista, más las frases que luego venían me revelaban el significado de las anteriores. Una semana antes de nuestra primera entrevista había comenzado a experimentar severo dolor que arrancando en la nalga derecha, se precipitaba cadera abajo hasta las postrimerías del muslo. Era urente en su carácter, abrasador si se quiere, tal como si le hubieran vertido un chorro agua hirviente.