Los científicos aún tratan de averiguar los efectos de las mutaciones en B.1.1.7, cuyo surgimiento llevó al gobierno del Reino Unido a endurecer las medidas de control del coronavirus y a otros países de Europa a imponer prohibiciones de viaje al Reino Unido. Pero la nueva variante, junto con la investigación de Gupta y colaboradores, también ha llamado la atención sobre el papel potencial en el COVID-19 de las personas con sistemas inmunológicos debilitados. Si brindan al virus la oportunidad de desarrollar linajes que se propagan más rápido, son más patógenos o eluden las vacunas, estas infecciones crónicas no solo son peligrosas para los pacientes, sino que podrían tener el potencial de alterar el curso de la pandemia.
Gupta, que estudia cómo surge la resistencia a los medicamentos contra el VIH, se interesó por el caso de un pacientey con cáncer que sufrió del Covid-19. Le ayudó al paciente que falleció en agosto, 101 días después de su diagnóstico de COVID-19, a pesar de recibir el medicamento antiviral remdesivir y dos rondas de plasma recuperado de pacientes, que contenían anticuerpos contra el virus. Cuando Gupta estudió las secuencias del genoma del coronavirus que infectó al paciente, descubrió que el SARS-CoV-2 había adquirido varias mutaciones que podrían haberle permitido eludir los anticuerpos.
Ahora, su análisis, reportado en un preimpreso en medRxiv a principios de este mes, se ha convertido en una pieza crucial del rompecabezas para los investigadores que intentan comprender la importancia de B.1.1.7, la nueva variante del SARS-CoV-2 que se encontró por primera vez en el Reino Unido. Esa cepa, que parece propagarse más rápido que otras, contiene una de las mutaciones que encontró Gupta, y los investigadores creen que B.1.1.7 también puede haberse originado en un paciente inmunodeprimido que tenía una infección de larga duración. «Es una hipótesis perfectamente lógica y racional», dice el científico de enfermedades infecciosas Jeremy Farrar, director de Wellcome Trust