Á. Flandes Iparraguirre, et al. https://doi.org/10.1016/j.med.2024.01.007
Recopilado por Carlos Cabrera Lozada. Miembro Correspondiente Nacional, ANM puesto 16. ORCID: 0000-0002-3133-5183. 20/02/2024
Resumen
Los trastornos motores esofágicos (TME) se manifiestan clínicamente con la presencia de disfagia y/o dolor torácico en relación con la deglución. Para el diagnóstico es preciso descartar inicialmente causas orgánicas que justifiquen estos síntomas. El desarrollo en las últimas décadas de la manometría de alta resolución y su aplicación en la práctica clínica habitual ha permitido una mejor caracterización de los trastornos motores esofágicos. En los últimos años se han actualizado los criterios diagnósticos en la clasificación de Chicago 4.0, que establece dos grandes grupos de alteraciones motoras: las que presentan obstrucción a nivel de la unión esofagogástrica (OUEG) y, por otro, las que cursan con una alteración de la contractilidad del cuerpo esofágico. El tratamiento de los TME con OUEG (la acalasia en sus distintas presentaciones y la obstrucción al flujo de la unión esofagogástrica) va dirigido a disminuir la presión basal a este nivel, para lo que se dispone de distintas técnicas como la dilatación neumática con balón, la miotomía endoscópica (POEM) y quirúrgica (miotomía de Heller), y menos frecuentemente la utilización de fármacos orales y la inyección de toxina botulínica. En el caso de los trastornos de la peristalsis esofágica, el objetivo del tratamiento es controlar la sintomatología. Para ello se utilizan inhibidores de la bomba de protones (IBP) en pacientes con enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE) asociado y, en el caso de trastornos asociados a hipercontractilidad, pueden utilizarse otros fármacos como nitratos o antagonistas del calcio y, en ocasiones, antidepresivos tricíclicos en dosis bajas.