El modelo de prioridad justa ofrece una forma práctica de cumplir con los compromisos de distribuir vacunas de manera justa y equitativa.
El Modelo de Prioridad Justa se dirige principalmente a tres grupos. Una es la organización COVAX, dirigida por Gavi, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Coalición para las Innovaciones en la Preparación ante Epidemias (CEPI), que tiene la intención de comprar vacunas para una distribución justa en todos los países. Un segundo grupo son los productores de vacunas. Afortunadamente, muchos productores se han comprometido públicamente con una distribución internacional “amplia y equitativa” de la vacuna. El último grupo son los gobiernos nacionales, algunos de los cuales también se han comprometido públicamente con una distribución justa. Estos grupos necesitan un marco claro para reconciliar valores en competencia, uno que ellos y otros aceptarán correctamente como éticos y no solo como una afirmación de poder.
Desde el punto de vista ético, tres valores son particularmente relevantes: beneficiar a las personas y limitar el daño, priorizando a los desfavorecidos e igual preocupación moral. Beneficiar a las personas y limitar el daño es ampliamente reconocido como importante en todas las teorías éticas. Para darse cuenta de este valor, es necesario definir los beneficios relevantes, medirlos y evaluar la urgencia relativa (la importancia y la sensibilidad temporal) de las necesidades de los países. Una vacuna exitosa produce beneficios directos al proteger a las personas contra la muerte y la morbilidad causadas por la infección. También produce beneficios indirectos al reducir la mortalidad y la morbilidad que surgen de los sistemas de salud sobrecargados por la pandemia y al reducir la pobreza y las dificultades sociales, como las escuelas cerradas…