Jung, C., Guidet, B., Flaatten, H. et al. La fragilidad en medicina intensiva debe ser medida, interpretada y tenida en cuenta. Cuidados Intensivos Med 49, 87–90 (2023). https://doi.org/10.1007/s00134-022-06887-8
Recopilado por Carlos Cabrera Lozada. Miembro Correspondiente Nacional, ANM puesto 16. ORCID: 0000-0002-3133-5183. 13/08/2024
Resumen
La fragilidad se ha convertido en una condición con la que nosotros, como intensivistas, nos hemos ido familiarizando poco a poco. Los geriatras han desarrollado el concepto e incluye varios cambios relacionados con la edad que conducen a las características distintivas de la fragilidad: velocidad lenta al caminar, deterioro de la fuerza de agarre, baja actividad, pérdida de peso involuntaria y agotamiento [1]. En 2014 se publicó un primer artículo sobre la fragilidad en el contexto de la unidad de cuidados intensivos (UCI) [2] y desde entonces la fragilidad ha alcanzado un atractivo considerable y se ha encontrado que está estrechamente relacionada con un resultado adverso después de los ingresos en la UCI [3]. Esto es más pronunciado en el paciente de UCI muy anciano, donde es un factor de riesgo independiente para la mortalidad a corto plazo [4]. La fragilidad no solo afecta a los resultados de mortalidad, sino que se ha descubierto que prolonga la estancia en la UCI y en el hospital, con un mayor uso de soporte de órganos [3], así como una mala calidad de vida tras el alta hospitalaria [5]. En un reciente estudio de cohorte de Australia y Nueva Zelanda [6], más pacientes con fragilidad desarrollaron una enfermedad crítica persistente que los pacientes sin fragilidad, una afección que afecta a alrededor del 8-10% de los supervivientes de la UCI. También es importante reconocer que la fragilidad no opera de manera aislada, sino que está estrechamente asociada con otros síndromes geriátricos como la actividad de la vida diaria, la cognición y la multimorbilidad [7].